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domingo, 4 de octubre de 2009

III) MÓNICA Y GUSTAV CRUZAN ARMAS

3. AM. El rumor de la noche se agiganta en las palabras aunque por momentos parpadea en los silencios y se adormila. Algunos han tirado la toalla. Pero en el Splendid nada se define, todo se transforma y sus habitantes permanecen en el impulso desordenado de las voces o en la quieta mueca de su desasosiego. En un rincón, Verónica y Carlos, los mozos, bostezan su tedio.
Los miembros del Club se han reunido por fin en una sola mesa. El Poeta Oscuro ha tratado infructuosamente de leer la selección de poemas de Rimbaud que había elegido con su habitual tono minucioso (obsesivo, diría Gustav).
La Morocha Gris quiso llamar al orden un par de veces, pero en esta noche lo único que cuenta son las confesiones y la esgrima de los reproches.
Gustav y Mónica han lanzado sus lamentaciones y los dos dejaron en el aire admonitorio una queja que no oculta su herida más oscura.
Pérez, guarda silencio, mirando ensimismado su copita de Legui. El Ruso no ha pronunciado palabra. Tony está en la barra y a su lado, una joven mujer lo escucha y lo mira sin saber que ya ha caído en la trampa. Basta observar los ojos ofídicos del Negro, su expresión fascinante, sus gestos histriónicos y a la vez desvalidos.
-Son ustedes los que siempre fugan – dice Mónica marcando un énfasis musical en la “efe” de fuga – Ustedes, los que prometen lo que saben de antemano que no cumplirán.
-¿Ah sí? –interrumpe Gustav- ¿Y que dice la señorita de lo que ustedes prometen desde la primera noche en celo? “yo te conocí así y así te acepto” ¡Vamos! ¿Y los que mentimos somos nosotros?
-¡Sí!...porque los tipos, querido, no sé si por genética o porque la sagrada familia los parió así o porque hay un Dios que les dio permiso, tienen marcada la línea de cal más firme que en la cancha. Antes, todo es un reino florido de certezas. Pero después, en la cama, cuando se sacaron las ganas y se sienten los reyes de la creación, comienzan a desarmar el discurso, palabra por palabra…”pero yo no quise decirte eso”…”tenés que entenderme”…”no puedo dejarla ahora”…” ¿Cuándo hablé de amor?”
-¡Pará Mónica!... ¿Y qué carajo tiene que ver Dios con todo esto? –dice Gustav enardecido.
Mónica lo mira unos segundos, el odio le brilla en la mirada ciega.
¡No sé qué tiene que ver! Pero si existe, fue Él quién les sopló en los oídos la sugerencia…
-¿Qué sugerencia?
-“¿Cogétela y olvidala” te resulta ilustrativa?
Mónica ha dicho. Un estupor se adueña de la mesa. Pero Gustav arremete
-¡Claro…seguro! ¿Y no será, ya que vos trajiste a Dios a esta mesa, que fue un don divino el que les dio a ustedes la habilidad de hacernos ir de un lado a otro como fantasmas? Primero que sí…luego que no…siempre esa nada hecha espera interminable, incertidumbre y finalmente adiós?
-¡Claro…nosotras las histéricas! ¿Y ustedes? ¡Los adoradores de la vagina dentada!
-¡No…porque ustedes no son histéricas…!¡Claro!...son criaturas sensibles que no saben…nunca saben…
De pronto la Morocha Gris interrumpe con un énfasis que no pierde su aire tranquilo y socarrón
-Che… ¿Esto es un campeonato de obviedades y nosotros tenemos que elegir a un ganador? La verdad les digo…estoy un poco cansada de escucharlos discutir sobre lo mismo….
Cuando Mónica intentaba una réplica y Gustav se precipitaba en una respuesta acalorada, Pérez rompe su mutismo y sin dejar de mirar la copita de Legui, dice
-Jodidos. Todos estamos jodidos.
Levanta los ojos y observa. La mesa ha silenciado su alboroto. Luego, toma un sorbo y prosigue
-Hombres y mujeres que no saben elegir, que se mienten, que escapan, que no son capaces de enfrentar su cobardía ni siquiera para jugarse por lo único que vale la pena en este podrido mundo: el amor o la pasión. ¡Qué me vienen ahora con estas giladas de ocasión!
¿Se compraron los lugares comunes que escuchamos desde que nos largaron al ruedo? Hagan lo que quieran….pero por favor…les pido…. ¡No sean boludos!
Resulta que ahora todo lo explican dos o tres disfraces con los que la gente juega su juego perverso…. ¡Déjenme de joder!
El silencio persiste. Mónica mira hacia el ventanal que da a la plaza. Luego recoge sus cuadernos, los guarda en su enorme cartera y se va sin decir palabra.
Gustav se pone de pie. Se acerca a la barra y pide un whisky doble. Siempre que pide un whisky doble, Gustav quiere estar solo. Horacio, el encargado, le sirve cuidándose muy bien de hacer algún comentario.
La Morocha y el Poeta se miran. Hace un buen rato que renunciaron a Rimbaud.
La noche no parece destinada a la poesía. O sí. Porque Pérez, levanta la vista y sin mirarlos exclama casi en un susurro
-Che…estos dos salames que discuten y discuten siempre de lo mismo….¿No se dan cuenta de las ganas que se tienen?
La Morocha ríe con su carcajada que atraviesa las sombras. El Poeta apenas sonríe.
Pérez vacía la copita. Le hace una seña a Carlos, pidiendo otra vuelta.
-No me hagan caso…debe ser el pedo que tengo….
Y cómo quién no quiere, agrega con un inocultable fastidio
-¡Y me lo dejan a Dios tranquilo!

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